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El enfrentamiento entre la evidencia científica y la polarización política está erosionando la confianza en las instituciones sanitarias y dificultando la adopción de medidas de salud pública. Los debates sobre el uso de mascarillas y la vacunación muestran cómo la presión social y política afecta la percepción y la efectividad de las políticas sanitarias. Este clima pone en riesgo la protección colectiva y la innovación científica frente a nuevas amenazas epidemiológicas.

Avances recientes en inmuno-oncología y neurodegeneración señalan rutas terapéuticas de amplio alcance, desde un anticuerpo que neutraliza casi todas las variantes de VIH hasta la reversión de la patología del alzhéimer mediante la restauración de la barrera hematoencefálica. En paralelo, la evidencia sobre plasticidad cognitiva y hábitos de consumo redefine diagnósticos, prevención y políticas públicas, con resultados aplicables a corto plazo.

Un seguimiento de 17 años demuestra caídas del 76% al 98% en infecciones por VPH entre mujeres vacunadas, con indicios de inmunidad de grupo. Una revisión confirma que el aborto médico temprano en casa hasta las 12 semanas es seguro y eficaz, mientras nuevos datos priorizan la grasa visceral frente al índice de masa corporal en el riesgo de envejecimiento cerebral. La resiliencia forestal en la Amazonia y el debate sobre apertura cognitiva completan una agenda que exige medir mejor para decidir mejor.

Los nuevos datos confirman que la vacunación contra el VPH desploma las infecciones y consolida la inmunidad de grupo, reforzando prioridades de salud pública. Paralelamente, la evidencia sobre sueño, vínculos y dinámicas familiares redefine el enfoque de bienestar y alerta sobre tensiones entre ciencia y sociedad.